“Sois tan inferiores ante mí y ante vosotros mismos que os da miedo siquiera pensarlo. Queréis que os vea, que vea; queréis que os oiga, que oiga. Queréis que os hable, que hable. Pero no me importáis nada, así que no me pongáis caras de que os importo algo. Os doy igual. Pero no podéis soportar el no saber si os oigo o no, si os veo o no. Necesitáis saberlo para refrendar vuestra felicidad ante el resto. Vuestro mundo no me interesa, y mi mundo es mío, no os lo voy a compartir. Sois seres despreciables, y necesitáis que alguien os lo diga, y queréis que sea yo. Un día volveré, os haré saber que os veo y que os oigo. Ese día haré algo grande con vuestra mierda: os la haré comer sin inmutarme. Jugaré a vuestro juego, jugaréis al mío en realidad. Es mi mente y nunca entraréis en ella, pero yo conozco cada rincón de la vuestra, sé todas vuestras debilidades. Son tantas que vivís en ellas sin poder escapar. Me envidiáis porque yo he escapado, porque estoy limpio de vuestros pecados. Yo tengo los míos, pero no os los diré nunca. Vuestro mayor deseo es que los demás os digan los perfectos que sois, pero sois tan imperfectos, tan mediocres y tan defectuosos que ni la sociedad que habéis creado os puede ayudar. Entro y salgo cuando quiero, y eso os da pavor. Pero no, nunca entraréis en mí. Ésa es vuestra desgracia, tan grande es que sólo podéis reíros de vosotros mismos. Peor no tendré misericordia, me reiré de vosotros mientras reís y luego os haré llorar mientras sigo riendo. Sois tan desgraciados que no podéis ni adularme aunque eso es justo lo que quisierais. Queréis curarme de vuestros defectos y de vuestros fallos para aparentar ser perfectos, para soñar en lo que nunca alcanzaréis. Os dejaré afuera como a un perro en la lluvia”.
(Extracto de “Los cuadernos secretos de Tommy”, capítulo 3: “Los Beatles y los Rollings son unos moñas cantando nanas a nuestro lado", página 54).