Pues pasen y vean, sin previo aviso, el oído derecho ha decidido taponarse y creí encontrarme a partir de entonces abocado a sufrir una especie de atontamiento cerebral. Nada grave, pensarán Vds., pero es esta una situación lo suficientemente estúpida como para sentir un cabreo innecesario. Sumido en ese estado, decidí desenchufar el equipo estéreo para centrarme en un maratón de lectura. Nada de música durante el tiempo que durara la sordera. Ignoro la causa pero yo seguía pensando en Burt Bacharach. Su reciente muerte había creado un cierto vacío en mi vida..., en mi vida sentimental quiero decir.
Así las cosas, me entretuve en subrayar algunos párrafos sobre el texto de una de las más conocidas obras de Iris Murdoch, "El mar, el mar" (Versal, 1985) .... "Algo negro parecía amenazarme desde cierta altura, hacia la mitad de mi cabeza", ... "El ruido como estructura, el ruido como color", ... "como si el tiempo fuese un desmenuzamiento artificial de un material ávido de unirse...", ... hasta que... ¡eureka!..."En realidad, ¿qué son las mujeres, sino refugio..." este último apunte me sirvió para reforzar el pretendido tono romántico de la entrada.
En el entreacto de estas primeras disquisiciones ya hace tiempo que Elvis Costello ha completado los primeros doce temas del primer CD ("Painted From Memory. The New Songs of Bacharach & Costello", Mercury Rcds, 1998). El segundo CD se completará con varias tomas en directo grabadas para programas de TV y conciertos en Melbourne y Tokyo. Yo sigo a medio pelo, la ausencia de una audición en perfectas condiciones me obliga a concentrarme sobre las emergentes motas de polvo, el dorado tono de la grabación crea una bella atmósfera de penumbra en la habitación.
Desde la canción inicial "In The Darkest Place" hasta la última que completa el primer disco, "God Give Me Strength" (de hecho, la brillante grabación de este tema, un par de años antes, convenció a los autores para continuar con el proyecto del disco) el ambiente creado es de plena ausencia. Déjenme que les explique. ¿Qué es la música, sino un refugio para la ausencia?, un espacio vacío donde van cayendo las gotas de la voz de Elvis, el piano de Burt, los teclados de Steve Nieve, la batería de Jim Keltner, el bajo de Greg Cohen, la guitarra de Dean Parks. Todas ellas se concentran en un gran charco de agua barrido por el viento cálido. La producción de ambos artistas (¡ah!, esos vientos y acordes típicos de la escuela contemporánea del sello Stax...) junto a los envolventes arreglos del ingeniero de sonido Kevin Killen (propicios al atardecer de cualquier playa californiana) funcionan como ondas que levantan la música y la transportan a otra parte, hacia otro espacio.
Contemplen ahora la fotografía del reverso, la dentífrica sonrisa de Burt escucha el secreto de un artista, Elvis Costello, desde hace tiempo enamorado de la escena americana. Su primera incursión en ese ambiente ("Almost Blue", Riviera Global Rcds, 1981) ya apuntaba maneras. Por citar tan solo algunos momentos mágicos, la voz de Elvis ("This House Is Empty") alcanza las estrías de un arco de luz, como sombras furtivas entre cortinas por allí aparecen Aretha Franklkin, Dionne Warwick, Dusty Springfield, Carpenters, B.J. Thomas, los grandes artistas que hicieron de Burt Bacharach un compositor irrepetible. En "The Long Division" (otro tema escogido al azar), el grupo vocal de acompañamiento (Donna y Lisa Taylor, Sue-Ann Carwell) llevan de la mano a un Elvis que canta intentando convencer a una Ann-Margret de la futilidad de tanto glamour vacío... "desde que me dejaste parece que he andado abatido / puedes reírte / pero las chicas bonitas brillan a mi lado..."
Unos días después he recuperado la audición y el cielo de Los Ángeles adquiere nuevos colores. Una línea violeta ocupa parte del horizonte, aquel espacio poblado por los reflejos intermitentes de los semáforos en Sunset Boulevard, las luces correderas de un millón de automóviles salpican el paisaje como luciérnagas perdidas. La voz de Elvis (tantas veces le he escuchado así, tan acertado en la interpretación de sus temas más melódicos), el piano de Burt, la melodía colándose entre las paredes del Playboy Club, la base rítmica, contenida en un cubo de arena mojada, los coros, empujando las canciones hasta apreciar la lenta bajada de sus párpados, sus labios abiertos en un bostezo feliz que abarca un tiempo y después sonríe.
Es pura delicia. Después de "Toledo", un gran tema bachariano donde los haya, suena una y otra vez "Tears At The Birthday Party" y estoy sumido en un estado de profunda conmoción. Los auto-reproches de Elvis... "I did something / And you never forgave me"... culminan en una imagen bellísima... "Close the doors, dim the lights, blow out the candles / So happy birthday again". Regreso a aquella esquina dorada donde el lecho de las horas pasadas permanece detenido, ya casi helado... "When I go to sleep / You become my thief"... ¿cómo es posible decir tanto en tan corto espacio?. Surgen entonces esas palabras en sombras, en cada noche, ese rito entre las sabanas en el que acude el bello fantasma, una ausente siempre presente... "Those eyes I try to capture / They´re lost to me forever..." ("Painted From Memory")
Paul Newman enamora a Katharine Ross sobre la barra de aquella bicicleta que siempre quise tener ("Dos Hombres Y Un Destino", George Roy Hill, 1969). En la última interpretación de este "Painted From Memory" ("God Give Me Strength"), Elvis y Burt completan una de las más convincentes colaboraciones entre dos grandes artistas contemporáneos. La sección de viento (especialmente sobresaliente durante toda la grabación) barre aquel polvo dorado de la autopista. Mientras la suplicante voz de Elvis implora una nueva oportunidad, las manos de Burt al piano resuenan como pisadas perdidas sobre el pavimento mojado de la calle.
A Lucía, en Ukrainian Village (Chicago)
https://mega.nz/file/6JlUmKIb#MudyUEDJsQDQLaw-rtOpKJ7G5fWsHm-aFbPYRzj9sCI
ResponderEliminarComo siempre, muchas gracias por tu imprescindible aportación.
EliminarSaludos,
Hola Javier.
ResponderEliminarPues vaya pareja de maestros. No conocía este disco, a pesar de tener bastantes del Costello, una de mis voces favoritas, y si a esto le añadimos el genio de Bacharach, solo pueden salir cosas como estas.
Bastante tranquilo, pero muy intenso. Ideal para despedirse del invierno.
Un saludo
Jose
Yo también tengo toda la discografía del astro inglés y, después de escuchar esta colaboración con el gran Burt, he de reconocer que es esta una de sus obras más interesantes. Elvis se introduce en una atmósfera de pop elegante, del calado al que nos tenía acostumbrado el compositor americano, y llega a cotas realmente sorprendentes. Para mí, un gran disco, digno del mejor homenaje para el recién desaparecido Bacharach.
EliminarGracias y saludos,
Elegancia pura, eso está claro. Y por supuesto que para Costello debió de ser, íntimamente, como una consagración de toda su trayectoria, su entrada en el selecto Olimpo de los clásicos de la escuela estadounidense; aunque él sea británico, esto debió de ser como la obtención de la doble nacionalidad. Hay algunas fotografías de aquella época en las que a Bacharach se le ve entre divertido y un poco condescendiente, observando la cara de Costello, que debe de verlo como un dios.
ResponderEliminarEste tipo de música es un tanto ajena a mí, pero desde luego siempre reconoceré su categoría formal.
Saludos mil.
Creo que desde que Costello, después de su matrimonio con la Krall, se instala definitivamente en USA, este disco tenía, más pronto que tarde, que llegar. Costello se introduce en el ambiente del crooner, tan genuinamente americano (salvando las distancias, me recuerda la actividad de un Tom Jones durante su fructífera etapa en Las Vegas...). Y lo hace,además, de la mano del gran compositor y hombre de música de la época dorada del pop y el soul americano. Nada podía salir mal. Un gran disco, Costello adapta sus composiciones al estilo Bacharach y éste le bendice con su excelsa pátina.
ResponderEliminarGracias y saludos,