lunes, 1 de febrero de 2021

Invitada de lujo: Sebi nos presenta: "Niños Desconsolados"

Hola amigos. Pues estaba yo tan tranquilo en la cocina cuando de repente Sebi me dió con el rodillo de cocina (y yo sin casco) y tomo posesión del ordenata al grito de ¡Esta es la mía!, cuando desperté del aturdimiento ya era demasiado tarde, ya había hecho de las suyas, pero que os lo cuente ella:

Hola equipo:
Me han dado permiso para colarme en este blog, así que me tomo la palabra para hacer lo que mejor sé hacer: contar cuentos y relatos cortos. Algunos ya sabéis que colaboro en un programa de literatura en una emisora de radio local. Pues bien, la cosa va de que algún colaborador cuelga una foto en la pagina de la radio y sobre lo que a cada uno le sugiere dicha foto nos inventamos un relato y luego nos juntamos en la emisora, lo leemos y así formamos el programa ¨LA MAQUINA DE ESCRIBIR. 
Dicho esto os voy a dejar uno de mis relatos, la foto era sobre libros, y yo aproveché la ocasión para hacer un homenaje a un genio que ya se nos murió , pero eso lo tendréis que descubrir vosotros leyéndolo o escuchándolo, tenéis las dos opciones, si os ha gustado, algún día me cuelo otra vez y si no, pueeees  ¡colleja que te crió!
Achuchones de Sebi, mi nombre de guerra es YAYA COLORIN.

Primero el audio, para los lectores perezosos, y además podréis disfrutar la bonita forma de leer de Sebi.

NIÑOS DESCONSOLADOS


Y para los que tienen el vicio de leer, aquí está el texto:

Ali no conseguía conciliar el sueño, estaba sola en casa. Sus padres habían salido a cenar con unos amigos. Le habían hecho prometer que apagaría la televisión cuando terminara de ver la película, sabían que podían confiar en ella, que a sus trece años Ali era una personita digna de confianza. -Sí, mami, te prometo que sólo veré la peli, luego leeré un ratito antes de dormir. 
-De acuerdo, cariño, sé que lo harás. Nosotros regresaremos tarde. 
-Adiós, papis. Pasadlo bien. 
Cuando se quedó sola, se puso por enésima vez su película favorita, Greases, y la disfrutó tanto como siempre. Cuando terminó la peli, saboreando esa isla de libertad que le daban sus padres de vez en cuando: disfrutar de la casa toda para ella. Se fue a la cama bailando, soñando que era Olivia Newton John pues allí tenía un mundo interior, rico en ilusiones, sembrado de sueños y fantasías que ella cultivaba a conciencia, entre juegos, películas y libros, sobre todo libros.
Adoraba el tacto de un libro entre sus manos, perderse en espacios de fantasía, palpitar con los personajes impresos en letra que en su joven cabecita se hacían reales.
Y así, bailando y volando, atravesó la casa desde el salón hasta su habitación, apagando luces y bailando, cerrando puertas y bailando, y bailando
llegó hasta su habitación y frenó su coreografía despacito y canturreando, justo delante de su estantería de libros siempre bien ordenados.
Guardo el último que acababa de leer y sus dedos fueron recorriendo lomos de colores. Vuelta y vuelta y... ¡horror!, se los había leído todos. No tenía un libro que llevarse a las manos, qué rollo, y mañana es domingo, ni librerías ni bibliotecas, menudo fastidio. En fin, a la cama, ojeó algún cuento para recrearse en bonitos dibujos, releyó un comic manga, pero se aburrió pronto y se dispuso a dormir.
Pero no, el sueño no llegaba y ella sin libro y la biblioteca al otro lado de su calle cerrada. Se levantó a mirar desde su ventana aquel edificio que tan bien conocía, libros y más libros, allí dentro, enfrente, a su casa, y ella sin uno que llevarse a las manos, que le ayudara a conciliar el sueño. Es injusto, pensó, si pudiera volar y traspasar esas paredes, ahora mismo me escaparía.
En esta fantasía estaba ella cuando vió que una furgoneta paraba justo delante de la biblioteca, en el costado del vehículo pudo leer el rótulo: equipo de limpieza. Su rápido cerebro se puso en marcha a cien por hora: salgo, me cuelo, subo a la tercera planta, literatura juvenil, cojo un libro, regreso a casa, úper rápido, ya lo devolveré como pueda.
Las llaves de casa y mi linterna, en pijama, no hay tiempo que perder. Y así, sin aliento, llegó a la puerta de la biblioteca.
Se paró unos segundos antes de abrir, tenía que acallar su corazón, sonaba tanto por la emoción y por la carrera que estaba seguro de que la gente de la limpieza lo podían oír, luego, muy despacito, empujó la puerta, confiando que no hubieran echado la llave. ¡Suerte!, la puerta se abrió. Despacito, de puntillas y con todos sus sentidos alerta, ubicó ruidos de voces de la gente que había entrado.
Bien, estaban al fondo de la planta baja, la única que estaba iluminada. Vale, se dijo, ahora despacito, escaleras arriba, hasta la tercera. Usando su pequeña linterna y enfocando justo lo necesario, llegó hasta la tercera galería. Cada sala guardaba un tipo de libros, su sala era la última del largo pasillo, y ya con su corazón en calma, fue enfocando todas las puertas para reconocerlas una vez más. Una vez más, aunque se las sabía de memoria, solía leer los rótulos a la luz del día.
Venga despacito, ni un ruido, que a ver que les cuento yo a los de abajo si me pillan. Primera puerta, libros de autoayuda, bah, yo no lo necesito; la siguiente, política, menudo rollo; otra, matemáticas, que estamos de fin de semana; geografía, para cuando viaje yo sola; historia, mi mamá le gusta esta sala, a mí aún no lo sé; filosofía para mi papi, que a veces cuenta cosas muy interesantes, pero otras se pone de un plasta; grandes novelas del Siglo de Oro, son unos tochos demasiado gordos, a lo mejor cuando sea mayor; ya estoy llegando, me quedan dos puertas, a ver.
La siguiente era... la enfocó con su linterna y leyó: "Niños desconsolados".
-¡Atiza!, esta es nueva 
Se paró delante muy extrañada. Nunca la había visto.
¡Pero qué raro! "Niños desconsolados", me muero de curiosidad y sin pensarlo dos veces, movió el picaporte muy despacito y la puerta se abrió  Adentro, ante sus ojos apareció una sala totalmente vacía, con las paredes vacías, ni un libro. Cuando cerró la puerta y miró a su alrededor, sorprendida de verla tan vacía, oyó una vocecita que en voz baja le preguntó:
-Quién anda ahí? 
Se llevó un susto de muerte, que al instante se convierte en sorpresa, sentados en el suelo y pegaditos a la pared un pequeño grupo de críos, una tenue lámpara iluminando sus caritas y todos parecían muy tristes.
Se acercó a ellos despacito, los contó, eran siete y sus caras le eran conocidas, pero aún no sabía de qué, así que se sentó frente a ellos y en voz bajita y después de decirles: 
tranquilos, sólo vengo a por un libro.
Les preguntó: 
-¿Quién soy?, ¿qué haces aquí tan solitos? y ¿por qué estáis tan tristes? 
Uno a uno fueron diciendo sus nombres en un acento que a Ali no le era muy familiar.
La primera niña dijo: 
-Yo soy Mafalda. 
Y luego la siguiente: 
-Yo soy Susanita. 
-Y yo soy Guille.
-Manolito
-Miguelito
-Felipe 
-Y yo soy Libertad, pero todos me dicen Liber. 
Luego Mafalda dijo en un tono muy triste: 
-Y... estamos tan desconsolados porque nuestro papaíto murió, viste, bueno, dijo Liber, y en realidad todos tenemos mamás y papás, pero nuestro mentor, el que nos dio vida, ya no está, ¿entendés?. Y una vocecita de niño con un pelo que parecía una lechuga boca abajo, dijo: 
-Y con qué voy a soñar yo ahora, si Quino no puede dibujar mi sueño nomás?
Luego habló una voz muy repipi que salía de una niña diminuta:
-Andandá Migue, tomá mi manito solidaria y no llorés, que me pongo más triste.
Y otra niña más grandecita, sollozando dijo:
-Y dale, lo mío si que es grave, ya no podré tener hijitos cuando sea grande y ya no podré ser grande nunca si mi papaito Quino no está para dibujarme grande, ni con un maridito.
Después habló Felipe enseñando sus dientes delanteros que llegaban antes que él al igual que su flequillo:
-Y... Susanita, ché, que lo mío, ya no podré leer más tebeos de vaqueros ni heroes si él no los dibuja para mí, ché, eso sí que es triste.
-Bueno- hablo Manolito- a lo mejor dejo mi tienda abierta y les puedo vender unos caramelitos y de ésta se los puede hacer una rebajita.
Y una voz tan chiquitita como su dueño salió disparada:
-Y ziii, un chupa-chuds y un lapicedo para dibujá héroes pada Felipe.
-Pero, Guille,-dijo Mafalda- Sin Quino ya nada de esto es posible, vos aún sos chiquito y no lo comprendes?
Entonces Ali, interrumpiendo la conversación del grupo, tomó la palabra:
-A ver amiguitos, ahora os reconozco, sois la creación de un genio os voy a ayudar: Primerolos genios no mueren del todo porque queda su obra y eso sois vosotros, y ya son eternos porque el os hizo así para siempre, y para siempre vais a estar entre nosotros. Y si no me creéis, seguidme hasta la siguiente sala, pero chss, muy despacito, que no nos pueden oír los de abajo. Y así, agarraditos de la mano, el grupo en fila salió de la sala siguiendo a Ali que iba a la cabecera de los siete personajes, hijos de un lapicero y una mente genial.
Ali los condujo hasta la puerta siguiente en la que rezaba el título "LITERATURA INFANTIL, TEBEOS, CUENTOS, CÓMICS Y LITERATURA JUVENIL". 
Cuando Ali abrió la puerta, todos entraron detrás de ella. a medida que Ali enfocaba su linterna por las estanterías, las caritas de los críos se fueron iluminando de sonrisas. Sus ojos, llenos de sorpresa, vieron cientos de libros de muchos colores: tebeos del Capitán Trueno, cuentos para los más peques...
-Oh! -Dijo Mafalda- pero... esto es un paraiso.
-Claro -dijo Ali- Ya os lo dije, esperad, miradlo mejor, esta estantería de aquí: "Todo Quino", y ¡tachán!, ¡Todo Mafalda!. Aquí estáis todos vosotros.
-Ché, esto es un sueño.
-Contáme un cuento, Mafalda.
-Y aquí está el guerrero del antifaz.
-Y pajaritos y flores. 
-Y... hay algún hijito para mí.
Todas las voces se atropellaban hablando juntas, olvidándose de que Ali les había pedido que no hicieran ruido. Los pequeños personajes, brincando de contentos, empezaron a abrir libros, cuentos y más cuentos, se quitaban de las manos esos pequeños cuadernillos enumerados donde todos se reconocían felices, porque sí, allí estaban, como su mentor los creo, eternos.
Alí aprovechó el barullo para buscar un libro para ella, se lo puso bajo el brazo y fue a despedirse del grupo. 
-Bueno, chicos, yo me voy. 
-Ya te escapas -dijo Mafalda. 
-Si ahora tengo que ir a mi casa, tengo una cita con Bastian en La Historia Interminable, aquí os dejo mi linterna. 
-¡Ehh!, ¿podemos ir con vos y conocer a tus papás? 
-¡Oh, no!, no, no son horas, vosotros aquí es donde estaréis muy bien, además, las cosas en el mundo andan muy mal.
-¿Se puso peor?
-Si, Mafalda, hay un virus peligroso que se ha extendido por el mundo entero.
-¡Ya!, ¿de qué fue esta vez?, ¿de ignorancia o de estupidez? 
-Bueno... sería muy largo de contar, se me hace tarde, adiós, chicos.
-Pero no nos dijiste tu nombre.
-Ali, así me llaman en casa, pero mi nombre es Alicia. 
-¡Oh, qué linda! como la del País de las Maravillas.
Pero Ali ya no quiso escuchar más y echó a andar escaleras abajo. Fiándose de su tacto porque la linterna, ya no volvía con ella, antes de llegar a la planta baja se aseguró de que nadie la pudiera ver y se escapó lo más rápido que pudo feliz de llevar un libro bajo el brazo.
Al cruzar la calle echo una mirada a la tercera planta, allí, una ventana estaba abierta y siete cabecitas asomaban sonrientes y casi a coro le decían:
-Chao linda, anda, que tengás suerte y gracias por todo. 
Y Mafalda, con un libro en las manos, le gritó:
-¡Alicia, tomá este regalo! y este, "NO LO DEVOLVÁS NUNCA JAMÁS". 
Le lanzó el libro que Ali pilló al vuelo, leyó el título y lanzó una carcajada que se oyó en toda la calle, en el silencio nocturno: "MIL RECETAS DE SOPA!
-Ja,ja,ja,ja, como mi mami diría: genio y figura hasta la sepultura.
Un ratito después, ya en su cama, Ali volaba sobre un dragón alado con su amigo Bastian hacia la historia interminable.

¡Ché, nos vemos.
Sebi

12 comentarios:

  1. Esta niña ya tiene una excusa más para volver a adentrarse en la madriguera del conejo, o sea, la biblioteca. Así da gusto visitarla con nocturnidad y alevosía.

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  2. Amigo Rodion.
    Pues una entrada especial para bibliofagos, un relato muy entretenido y entrañable.
    Hasta pronto.
    Jose

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  3. Estuve leyendo este relato anoche antes de dormir, y luego al apagar la luz hice ejercicios mentales para ver si conseguía soñar con esta bonita historia. Me dormí con una sonrisa, pero no tuve suerte. Reconozco que no soy buen onironauta, aunque otras veces ha funcionado la técnica.
    Es una pena que el gran Kino ya no esté con nosotros. Yo también disfruté mucho con Mafalda, hace años ya.
    Sebi, enhorabuena. Escribes muy bien. Ya conocía tus cuentos infantiles, pero aquí me has sorprendido de verdad. Es un lujo tenerte como invitada y espero que vuelvas pronto.

    Un achuchón.

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  4. Escribí en el 2019 una historia de princesas dentro de una biblioteca algo aturdidas por la modernidad y los acontecimientos, la titulé "La Rebelión de las Heroínas de Cuento", y me gusta mucho ese enfoque de traer a la realidad a seres de la ficción. Esta historia también lo ha conseguido. Gracias

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  5. Sebi, se te ve en tu salsa. Y has hecho bien en poner el audio. No todo el mundo cuenta cuentos como tú. ¿Collejas? ¡Venga ya! Yo ya estoy acostumbrado a oírte en La Máquina de Escribir, pero eso no le quita emoción. Lo he pasado muy bien leyéndote y oyéndote al mismo tiempo.
    Saludos.

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  6. Sabes que eres mi referente escritor de calidad, o sea me pongo hueca si tu me lees , me escuchas y además te gusta.
    SEBI

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  7. Igual que Antoni, yo también tuve mis tiras de Mafalda publicadas en en sus libros correspondientes, de formato rectangular, recuerdo, para facilitar la lectura. Me pasaba muchas horas disfrutando de ellos, del humor de Quino y de la descarada desenvoltura de Mafalda. A veces la comparaba, ahora que lo pienso, como la versión hispana de Charlie Browny su Snoopy.
    La voz de Sebi, ideal como locutora, me transporta también a mi época infantil, cuando alrededor de la radio nos reuníamos par escuchar los cuentos tradicionales de entonces.
    Enhorabuena por la iniciativa. Me ha quitado un porrón de años de golpe.
    Salud.

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    1. Javier,yo aun leo a Mafalda, me sigue gustando mucho,tambien soy de la generación que escuchaba la radio en familia,ya ves es un circulo, gracias por disfrutar de mis escritos,me encanta
      SEBI

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  8. Ya veo que no es tan fiero el león como lo pintan: detrás de la Sebi aguerrida y sueltacollejas se esconde la Yaya Colorín. Vamos, como el dr. Jeckill y Mr. Hyde, o algo así.

    Encantador. Además Mafalda era una de mis amigas de chaval, luego lo fue de mis hijas y pronto lo será de mi nieto. Vamos, que es como de casa...

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